Hace poco que estoy escribiendo en este blog, y ello me ha hecho plantearme muchas preguntas. Recomendar libros que se han disfrutado, o anunciar algún lanzamiento, parece relativamente sencillo para quienes disfrutamos de la lectura. Intentar dar un aspecto muy variado a la temática, es un objetivo. Pero, insisto, alguno de los libros que he comentado, me han hecho plantearme algunas preguntas.
¿Para qué leemos? Leemos para formarnos, y tal vez ese sea el mayor volumen de lectura de los no lectores, por ponerlo de alguna forma. Aún quienes no sienten atracción por los libros, en una etapa más o menos prolongada de la vida, deben hacerlo.
También leemos para informarnos. Aquí se plantean algunos problemas, ya que no todo lo que se informa es de calidad. De hecho, no todo es cierto. Pero sí, es una excelente vía de información.
Pero también leemos por placer. Ese es uno de los mejores aspectos de la lectura: disfrutar. Lo que no quiere decir que leemos para sentirnos alegres o felices. Muchas lecturas, de hecho, tal vez nos provoquen sensaciones negativas. Un buen ejemplo es leer a Onetti. No creo que alguien sienta alegría mientras lo lee. Sin embargo, se siente un enorme placer.
Muchas lecturas pertenecen a varias categorías. Puede ser muy disfrutable una lectura formativa o informativa. Eso es casi lo ideal, aunque no siempre es así.
La forma en que leemos puede maximizar o minimizar su aprovechamiento. Situar en el tiempo una obra, tener una noción básica de cómo se vivía y pensaba en ese momento, puede ser una ayuda enorme para entenderla. Algunos datos sobre el autor, también. Sin embargo, en la mayoría de los casos, para mi no es demasiado relevante. Me interesa saber quien vivió en el siglo XVII, pero no me interesa el año exacto que nació, murió o con quien se casó. Para mi es información sin importancia. Salvo que la vida del autor, como sucede algunas veces, tenga un interés en sí misma, no me importan los detalles de su vida, o al menos la mayoría de ellos.
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